ciencia , noticias Miércoles, 9 diciembre 2015

Si te ha pasado que cuando ves cachorros te dan ganas de… golpearlos ¡tranquilo! tenemos una explicación

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Awwww muere piu piu piu. Foto: Shutterstock

Cuando vemos un pequeño cachorro retozando en el patio, primero nos llenamos de gran felicidad. Pero luego, a veces, por alguna paradójica razón, esa emoción cambia a unas ganas de querer estrujarlo hasta la muerte ¿no te ha pasado?

Este efecto, reconocido por algunos científicos, y un estudio publicado este año en el journal Psychological Science, explica que esto se debe a un estímulo que podría intentar contraatacar nuestro inicial sentimiento de gran felicidad.

Un grupo de investigadores de la Universidad de Yale, acuñó el término «cute agression» (que puede traducirse como agresión tierna), y se cree que pertenece a una serie de paradójicas combinaciones de emociones positivas y negativas, que también incluyen una nerviosa risa o llanto de felicidad. Estos son conocidos como «dimorphous expressions» (expresiones dimórficas).

La agresión tierna fue documentada científicamente por primera vez por Rebecca Dyer y Oriana Aragaon en el 2012. En dicho estudio, 109 participantes tuvieron que sostener plástico con burbujas (sí, ese plástico con burbujas que te gusta reventar) mientras veían unas diapositivas de animales con divertidas, lindas o neutrales expresiones. Aunque los dos primeros grupos rompieron pocas burbujas, uno de los grupos sí se volvió un poco loco, reventando más burbujas de lo esperado.

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Foto: Shutterstock

El sentimiento se incrementa cuando los animales no están físicamente

Sorprendentemente, este experimento mostraba que el sentimiento se intensificaba cuando los animales no estaban físicamente. El mismo efecto se aplica a imágenes de bebés. También se demostró que mientras más dulces son los bebés, los participantes experimentan felicidad y también un sentimiento de agresividad, que describe la urgencia de querer apretar sus mejillas.

Para el último estudio, muchos participantes fueron encuestados sobre una variedad de expresiones dimórficas, que involucran tanto lindos cachorros y estímulos como llantos durante una música agradable. Luego, se les preguntó si podían apuntar qué tan poderosas eran estas emociones durante cada uno de estos eventos.

Por ejemplo, los participantes tuvieron que decidir si fueron o no el tipo de personas que vieron algo lindo y usualmente querían estrujarlo. Esto permitió a los investigadores producir una escala numérica de expresiones dimórficas. Tras ello, el estudio les dio a los participantes la prueba del bebé, que muestra que más bebes infantiles producen la más extrema respuesta agresiva.

Una respuesta agresiva para contrarrestar una emoción positiva

Un rompecabezas no relacionado a los bebés fue luego emprendido por los participantes, pero antes tomaron la prueba del bebé de nuevo. Aunque se vio la misma agresión tierna, aquellos que mostraban la más grande agresión también mostraban que la inmediata exposición declinaba en emociones positivas. Esencialmente, los que tenían más respuestas agresivas fueron más aptos para contrarrestar rápidamente su abrumadora emoción positiva.

Pero ¿por qué alguno quiso reducir su  explosiva felicidad? Los autores creen que la emoción negativa surge «para respaldar inmediatamente al participante». Cualquier emoción usa considerable cantidad de energía, por eso nuestros cerebros pueden regular esas respuestas emocionales.

Anna Brooks, una expositora senior en neurociencia cognitiva de la Southern Cross University, le contó a Vice que «la habilidad para regular la fuerza de la respuesta emocional es altamente adaptada: nos detiene de invertir demasiada energía en cosas».

Entonces, si ves un cachorro y quieres apretarlo hasta hacerlo pedazos, no te preocupes, estas perfectamente bien, solo es tu cerebro tratando de no explotar.

Con información de www.iflscience.com